Le dije a Annie que esa noche iba a ver Salvador, y me dijo, más o menos texualmente: "Ohhh, ¡qué bonita! Me gustaría no haber ido a verla hace poco para poder ir otra vez. ¡Y qué buenísimo está Daniel Brül!
Yo me había informado previamente de qué iba la película, porque lo reconozco, no tenía ni idea de quíen fue el famoso Salvador Puig Antich. Información casi obligada, porque vieras o leyeras lo que fuera ahí estaba Salva (me permitís las confianzas).
Y llegamos a la sala, tarde, mis tres amigas baldosa y yo.
Y comienza la película.
Y comienza la llorera. Y qué llorera.
Vale, no comencé a llorar en el primer minuto, pero a la hora ya estaba haciendo unos señores pucheros dignos de cualquier chavalín de esos a los que les quitan el caramelo previamente regalado para sacar una foto super artística. Que también hay que tener mala hostia, pobres chiquillos.
Yo misma me sorprendí de mi reacción. ¡Pero si ya sabías el final antes de entrar!
Paquete de pañuelos en hora y media. El primero cayó cuando mi amiga baldosa nº1 me oyó moquear, y el siguiente a los diez minutos. Así sucesivamente. Sin poder respirar y casi sin ver, tanta lágrima inundándome.
Y yo miraba a mis baldositas, tan concentradas mirando a la pantalla, ¡y sin soltar una triste lagrimilla!¡ni un humedecimiento de ojos! Y acto seguido miraba incrédula mi montañita de pañuelos, y no me lo podía creer. ¿Yo solía ser tan sensible?
Así que desde aquí quiero decir: No annie, bonita no, genial. Y sí, annie, que buenísimo está Daniel Brül.